El Llamamiento de Ezequiel

Sermones

El Llamamiento de Ezequiel

25 de enero 2009.

 

El que impartirá la palabra de Dios a otros, debe antes alimentarse de ella, degustarla y nutrirse, para poder dar a entender las bendiciones y alcances de la misma.

 

 

1 Me dijo: Hijo de hombre, ponte sobre tus pies, y hablaré contigo.

2 Y luego que me habló, entró el Espíritu en mí y me afirmó sobre mis pies, y oí al que me hablaba.

3 Y me dijo: Hijo de hombre, yo te envío a los hijos de Israel, a gentes rebeldes que se rebelaron contra mí; ellos y sus padres se han rebelado contra mí hasta este mismo día.

4 Yo, pues, te envío a hijos de duro rostro y de empedernido corazón; y les dirás: Así ha dicho Jehová el Señor.

5 Acaso ellos escuchen; pero si no escucharen, porque son una casa rebelde, siempre conocerán que hubo profeta entre ellos.

6 Y tú, hijo de hombre, no les temas, ni tengas miedo de sus palabras, aunque te hallas entre zarzas y espinos, y moras con escorpiones; no tengas miedo de sus palabras, ni temas delante de ellos, porque son casa rebelde.

7 Les hablarás, pues, mis palabras, escuchen o dejen de escuchar; porque son muy rebeldes.

8 Mas tú, hijo de hombre, oye lo que yo te hablo; no seas rebelde como la casa rebelde; abre tu boca, y come lo que yo te doy.

9 Y miré, y he aquí una mano extendida hacia mí, y en ella había un rollo de libro.

10 Y lo extendió delante de mí, y estaba escrito por delante y por detrás; y había escritas en él endechas y lamentaciones y ayes.

 

1 Me dijo: Hijo de hombre, come lo que hallas; come este rollo, y ve y habla a la casa de Israel.

2 Y abrí mi boca, y me hizo comer aquel rollo.

3 Y me dijo: Hijo de hombre, alimenta tu vientre, y llena tus entrañas de este rollo que yo te doy. Y lo comí, y fue en mi boca dulce como miel.

4 Luego me dijo: Hijo de hombre, ve y entra a la casa de Israel, y habla a ellos con mis palabras.

Ez. 2:1-3:4

 

En Ez. 1:1 leemos que en el año treinta del imperio babilónico (desde Nabopolasar, padre de Nabucodonosor) o tal vez a los treinta años de edad del sacerdote y profeta Ezequiel (edad a la que iniciaban su ejercicio los sacerdotes), habló Dios en visiones a Ezequiel, un profeta que puso Dios en medio de su pueblo cautivo en Babilonia. Vio Ezequiel la semejanza de la gloria de Dios (1:28). Este tiempo (30 años), coincide con el quinto año de la primera deportación del reino del sur (el pueblo judío), en 597 a.C. (cuando Joaquín era el rey).

 

De Ezequiel, uno de los profetas mayores, ocurre su llamamiento al servicio por parte de Dios, en una tierra lejana, bajo condiciones de esclavitud, evidentemente no óptimas; extremas, peligrosas y difíciles.

 

En el capítulo 2 vemos que se requiere de la mejor actitud y presteza para recibir las instrucciones de Dios. Dios pide a Ezequiel que esté listo para escucharle. El Espíritu de Dios capacitó a Ezequiel para oírle y le fortaleció. Así hablaba Dios a hombres escogidos en ese tiempo.

 

Dios envía al profeta a predicar su palabra a gentes rebeldes (que atentaron contra Dios, por generaciones), gentes de duro rostro, gentes de duro corazón. La naturaleza de estas personas es tal, que pudieran aceptar o no, pero no tendrán justificante delante de Dios, de decir que no se les habló. Dios le dio peso a la decisión de aquellos hombres rebeldes, los cuales menospreciarían a Ezequiel pensando tal vez que un profeta y sacerdote en cautiverio, sin tierra y sin templo, no era real. Ezequiel estaba expuesto a las burlas. La misión encomendada no era fácil. Aunque aquellas personas no quisieran, el profeta debía llevarles la palabra de Dios.

 

En 2:6 aprendemos que eran personas peligrosas y agresivas que se comparan con algunas plantas:

 

· Zarzas, que producen picazón, ardor y ronchas.

Espinos, plantas duras y agudas, que hieren.

Y en el reino animal se comparan con los escorpiones, que son arácnidos (como alacranes), que miden entre 10 y 20 cm y tienen veneno mortal en su aguijón.

Dios pide a Ezequiel que no tenga miedo a caminar entre zarzas, espinos y escorpiones.

 

Antes de llevar la palabra, el profeta debe asimilarla. En un sentido figurado, el oír bien (escuchar), es comparado con el comer la palabra. A Ezequiel le es dicho que coma la palabra que llevará (como las aves adultas nutren a sus polluelos con la comida que sale de su pico). El Señor le dice: “come lo que yo te doy”. Ezequiel es invitado a comer un rollo (o pergamino), con muchas sentencias (por ambos lados), que contiene:

 

· Endechas, que son canciones tristes o de lamento.

· Lamentaciones,  o sea, quejas dolorosas de pena o sentimiento, acompañadas de llanto, suspiros y aflicción (como el profético Salmo 137, que relata precisamente el sufrimiento de los cautivos de Judá en Babilonia).

Ayes, que son anuncios funestos o de castigos.

 

Para Ezequiel, comer el rollo es posesionarse del mensaje y digerirlo en la mente; apropiarse el contenido desagradable (que son las endechas, lamentaciones y ayes). Pero resulta que al comerlo en obediencia se vuelve dulce como la miel (Sal. 19:10, Sal. 119:103) y hace que la voluntad de Dios sea la suya.

 

Una vez asimilada la palabra, puede ya Ezequiel hablar, sabiendo que lo que hablará, será lo que Dios dice.

 

· Esta enseñanza es hoy para todo aquel que desea divulgar la palabra de Dios, para que se esmere en someterse absolutamente a Él, para cuidar de no hablar palabra propia ni palabra de hombre alguno, sino exclusivamente lo que Dios dice.

· Debemos estar listos, Dios sigue llamando a muchos a compartir su palabra.

· El Espíritu de Dios que entró en Ezequiel, es el mismo que nos capacita hoy.

· La misión de Ezequiel era convertir los corazones duros en blandos, como hoy es la misma necesidad (cap. 18-21)

· La palabra que llevemos podrá ser agresiva, pero la daremos en obediencia, cuando antes la hallamos nosotros comido.

· Cuando algunos reciban esa palabra, será dulce a su paladar como al nuestro cuando la digerimos (somos lo que comemos).

· Por lo tanto, al predicar, no podemos omitir la enseñanza del infierno para los que no crean, pues es la palabra de Dios.

· Acepten las personas este mensaje o no lo acepten, tenemos que predicar.

· Dios a nadie forza a entrar en el reino de los cielos.

Esta palabra debe llevarse a los rebeldes, a los de duro rostro y duro corazón pero también a los que anhelan oír la palabra de Dios. Debemos compartirla hoy.